Todos los tiempos parecen corresponderse con alguna figura mitológica. La modernidad fue signada por Edipo, Sísifo o Fausto, y pareciera ser que quien cobra prevalencia en estos tiempos es nada menos que Narciso.
La caída del sujeto critico kantiano, así como del sujeto neurótico freudiano marcan el paso de la modernidad a la posmodernidad, y no es un cambio sin consecuencias sobre la construcción de la subjetividad. Los analistas nos las hemos tenido que ver con una clínica en permanente mutación, frente a la cual nos hemos visto compelidos a elaborar teorías, conceptos nuevos o remozados, a meternos en interminables discusiones acerca de si nuevas patologías o viejas patologías con nuevos modos de presentación, o sea, a dar vuelta al psicoanálisis de adentro afuera y de afuera adentro, como un saco, para encontrar explicaciones que traigan alguna cuota de tranquilidad a nuestras atribuladas mentes, arrancadas de la confortable pax de nuestros consultorios por estas invasiones barbaras (A. Baricco).